En otro lugar he comentado que mi papá nos daba un sólido sentido de seguridad, porque era muy valiente y sabíamos que enfrentaría cualquier peligro que pudiera amenazarnos a su familia. Pero, había un aspecto de nuestra vida doméstica que no nos hacía sentir tan seguros. Me refiero a la costumbre que tenía mi papá de cambiarnos de casa con una frecuencia asombrosa.
Nosotros vivíamos en Celaya, una ciudad, en aquel entonces de 250,000 habitantes, en el centro de México. Vivimos allí como familia durante 17 años y en ese lapso de tiempo nos cambiamos de casa 17 veces, un obvio promedio de una vez al año. Sé que es difícil de creer, pero, siendo yo el mayor, si tuviera espacio te podría nombrar cada una de las calles en las que vivimos. Con decirte que vivimos en dos domicilios diferentes en la misma calle.
Cada que nos cambiábamos de casa había que tomar todas nuestras cosas y mudarnos, obviamente. Pero, yo era aficionado al modelismo de aviones de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Llegué a tener unos 200 modelos de plástico armados y pintados. (Hasta la fecha, puedo ver un avión de la Primera o de la Segunda Guerra Mundial y decirte de que avión se trata, con nombre y apellido—Mitsubishi A6M5 Zero, por ejemplo). Pues cada que nos cambiamos de casa yo tenía que hallar una manera de transportarlos al nuevo domicilio sin que se dañaran. Esto es lo que más recuerdo.
Y esto, por supuesto, no es nada. Pienso en mi mamá y lo que cada cambio de domicilio debió haber significado para ella. Y no era que mi papá estuviera huyendo de los cobradores, pues gracias a Dios no era dado a evadir sus compromisos económicos. Hasta la fecha, no sabemos que lo impulsaba a hacer esto, fuera de un exacerbado complejo de nómada citadino.
La verdad es que era muy difícil, en estas circunstancias, tener un sentido de arraigo y estabilidad. Cuando llegábamos a alguna casa que realmente nos gustaba, como cuando vivimos unos meses en una hermosa casa de campo —con varias hectáreas de sembradíos de alfalfa— no podíamos encariñarnos, porque sabíamos que pronto tendríamos que abandonarla para seguir nuestra peregrinación. No estoy muy seguro de que le habrá hecho todo esto a nuestra psique familiar, pero sé que algunos de nosotros añoramos la permanencia.
La estabilidad es un componente muy importante del sentido de seguridad. Gracias a Dios podemos hallar esto plenamente en nuestra relación con Cristo. Como líderes de casa, necesitamos proveer una base estable para construir nuestro Hogar Sobre la Roca.
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