Ya que respetábamos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, ¿acaso no deberíamos someternos aún más a la disciplina del Padre de nuestro espíritu, y así vivir para siempre? Pues nuestros padres terrenales nos disciplinaron durante algunos años e hicieron lo mejor que pudieron, pero la disciplina de Dios siempre es buena para nosotros, a fin de que participemos de su santidad. Hebreos 12:9-10 (NTV).
Hebreos capítulo 12 es sumanente orientador en el tema de la disciplina. Tanto la disciplina que experimentamos por parte de un Dios amoroso y firme, como la disciplina que, basados en nuestra experiencia con Dios, Su Palabra y Su familia, transferimos a nuestros hijos en el Hogar.
Según Hebreos 12:9-10, en cuanto a nosotros mismos, cuando Dios nos disciplina, tenemos dos juegos de opciones:
Podemos pensar que con la disciplina de nuestros Padres terrenales fue suficiente para nosotros llevar una vida recta y agradable a Dios, o podemos ir más allá y abrir nuestros corazones a la disciplina (superior) de nuestro Padre celestial.
Podemos conformarnos con haber recibido “lo mejor a su alcance” o podemos abrazar “lo mejor” en un sentido absoluto. “Lo mejor a su alcance” es sumamente variable dependiendo de qué padres nos asignó Dios. Pudieron haber sido muy buenos y sumisos a Él (piadosos), o tal vez, no tanto.
Podemos conformarnos con lo que duró “algunos años” y, ¡gracias a Dios! Ahora somos adultos libres. O podemos vivir ahora bajo la amorosa disciplina de nuestro Padre celestial “siempre.”
Puede bastarnos con una guía que fue lo mejor al alcance de nuestros padres y produjo una vida normalmente buena, o podemos llevar una vida que “siempre es buena.”
Podemos ser personas con una “decencia ordinaria” o podemos “participar” plenamente “de su santidad.”
¿Cómo hacemos esta elección? Al abrazar la disciplina del Señor de buen ánimo, con humildad y fe. O resistirla en temor y desconfianza.
Basado en todo esto, ¿qué cosas concretas puedes hacer o qué decisiones puedes tomar el día de hoy que te pueden abrir a la amorosa disciplina de Dios?
Yo, por mi parte, decido no quejarme hoy por las situaciones incómodas, frustrantes y dolorosas que Dios permite en mi vida para corregir actitudes y acciones que no lo honran y que me sabotean. En lugar de quejarme, voy a dar gracias de que Dios me dedique toda su atención.
Mucho en que pensar. Por lo pronto, sujetar mis pensamientos a la obediencia a Cristo.