“«Maten el ternero que hemos engordado. Tenemos que celebrar con un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ahora ha vuelto a la vida; estaba perdido y ahora ha sido encontrado». Entonces comenzó la fiesta.” Lucas 15:23-24 (NTV).
En mi iglesia nos preciamos de enfatizar la gracia de Dios. Hemos pagado un precio por ser una iglesia de gracia. Incomprensión y crítica son solamente dos de las cosas con las cuales vivimos a causa de nuestras convicciones.
Si a esto le añadimos que estamos convencidos de que el lugar más importante de la tierra es el hogar cristiano, no debería extrañarnos, pues, que proclamemos que el lugar donde es más importante que reine la gracia de Dios es el hogar.
No hay en la Biblia una imagen más impresionante de la gracia que ofrece perdón sin límites que la del padre del Hijo Pródigo abrazando amorosamente al muchacho que una vez fuera insolente (Lucas 15). El joven había desperdiciado toda su herencia en fiestas y placeres. Cuando se le acabó hasta el último centavo regresó a la casa de su padre arrepentido y conformándose con ser un trabajador más. Pero, el padre no quiere saber nada de eso. Festeja extravagantemente el regreso de su hijo y lo restaura plenamente a su posición en la familia.
La historia del hijo pródigo también incluye el relato de su hermano mayor. Un hijo modelo que, lejos de desperdiciar su herencia, no hace sino trabajar fielmente para su padre. Naturalmente, este hermano está horrorizado del escándalo de lo que ve como una injusticia mayor. Igual que nosotros.
El hermano mayor fue un fiel heredero, trabajador e intachable. Su hermano menor un perfecto irresponsable. Pero el amor del padre era igual para ambos. Eso es gracia. Y si me dices que el hijo menor se arrepintió y esto derramó la gracia sobre su vida, te diré que estoy de acuerdo. Pero, el amor que tenía al padre esperándolo todo los días vino primero y luego el arrepentimiento. Esto es gracia.
Así es Dios con cada uno de nosotros y espera que dirijamos nuestros hogares con la misma actitud del Padre. El hogar cristiano debe estar lleno de arrepentimiento y perdón. Además, debe haber gratitud, porque esta es la respuesta correcta a la gracia. Ternura y generosidad deben seguir a las anteriores porque son fruto de la gracia.
Hay que edificar nuestros hogares sobre la gracia del Padre del hijo pródigo.
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