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Foto del escritorGabriel Miyar

Invirtiendo en las Promesas

En ese tiempo el Señor me envió un mensaje. Me dijo: «Tu primo Hanameel, hijo de Salum, vendrá y te dirá: “Compra mi terreno en Anatot. Por ley tienes derecho a comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro”». Jeremías 32:6-7


Hoy leí el pasaje donde Jeremías le compra un campo a su primo Hanameel en la ciudad de Anatot, en la tierra de Benjamín, muy cerca de la ciudad de Jerusalén. Jeremías era originario de Anatot, pero se hallaba preso en el patio del palacio en Jerusalén por predicar que los israelitas debían someterse al yugo de Babilonia, que en ese momento no eran tan cruel. Qué el dominio temporal de Babilonia sobre Israel era la voluntad de Dios como juicio por la increíble maldad, infidelidad e idolatría de Su pueblo.


Pero, los israelitas se habían rebelado, habían enlistado la ayuda de Egipto para deshacerse del yugo babilónico. Esto fue inútil, los egipcios fueron derrotados y entonces Babilonia respondió con una violenta represalia. Sus ejércitos regresaron a Israel para destruir por completo Jerusalén, templo y todo, y llevarse cautivos a casi toda la población.


Lo sorprendente de este pasaje es precisamente eso, que Dios le dice a Jeremías que compre un terreno cuando en ese mismo momento los ejércitos de Babilonia están prácticamente acampados sobre la propiedad. Comprar ese terreno parece la decisión más tonta, parece que Jeremías ni siquiera verá el terreno, que no podrá edificar nada allí, ni plantar un huerto, ni sacar ningún provecho.


Pero, lo que Jeremías está haciendo es invertir en el futuro. Jeremías sabe que el juicio de Dios es temporal. «Pues esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Algún día de nuevo habrá dueños de estos terrenos que comprarán y venderán casas, viñedos y campos”» (32:15). Comprar ese campo fue un acto deliberado de esperanza. Y todos los actos de esperanza se exponen a ser ridiculizados porque parecen imprácticos, parecen incongruentes con la realidad visible. Pero, de hecho, son la realidad que Dios está edificando, pero que aún no es visible. La esperanza nos compromete con acciones que conectan con las promesas de Dios.


“Cuándo las cosas dejan ver cierta esperanza, aunque sea remota, la esperanza es sólo un cliché. Sólo cuando todo se ve sin esperanza alguna es que la esperanza se convierte en una fuerza” (Chesterton).


¿Qué acciones concretas necesitas emprender, qué decisiones prácticas debes tomar hoy, que te comprometerán con las promesas que Dios te ha dado?


«Mi Dios, enséñame a confiar en ti cuando la realidad visible se ve muy contraria a mis esperanzas. Enséñame a ver la realidad invisible que tú estás construyendo. Guíame a tomar acciones concretas que demuestran que estoy confiando en tus promesas. Llena mi corazón de esperanza y fortaléceme en la fe. Te lo pido en el nombre de mi Señor Jesucristo. Amén.»


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2 Comments


miyararturo
Feb 24

La esperanza reta a la realidad y sus pronósticos desfavorables. Por ello el apóstol nos instruye a también agregarle una emoción que la impulse: “Alegres en la esperanza” ROM.12:12

Gracias Pastor

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Maria del Carmen Tello Vaca
Maria del Carmen Tello Vaca
Feb 23

Me causó sorpresa esta publicación. De un versículo a otro Dios le confirma a Jeremías (en el v. 8) que compre el terreno porque el mismo Hanameel va con él y CONFIRMA lo que Dios le había dicho primero a Jeremías. Asi que Dios confirma de un versículo a otro lo que era SU VOLUNTAD. Dice Dallas Willard: "la fe nos permite interactuar exitosamente con la realidad". Dios nos dice: "la verdad los hará libres" porque la realidad es el contexto de Dios.

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